miércoles, 27 de agosto de 2014

"Austeridad. Historia de una idea peligrosa", de Mark Blyth (2014)

Resumen: "Austeridad. Historia de una idea peligrosa", de Mark Blyth (2013)


Ver el link del resumen original y actualizado en:
http://evpitasociologia.blogspot.com/2014/08/austeridad-historia-de-una-idea.html

Sociología, estructura económica.

Resumen por E.V.Pita, licenciado en Sociología y Derecho.

Título: "Austeridad. Historia de una idea peligrosa".

Título original: "Austerity. History of a dangerous idea"

Autor: Mark Blyth

Editorial en inglés: Oxford University Press (2013)

Editorial en español: Editorial Planeta SA. Crítica (2014)

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Biografía del autor (2013)

Mark Blyth es profesor de Economía política internacional en la Universidad de Brown. Es autor de Great Transformations: Economic Ideas and Institutional Change in the Twentieth Century.
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Texto de la contraportada

Hay una crítica de Paul Krugman que dice así: "Una de las cosas especialmente buenas del libro de Mark Blyth es la forma en que expone el auge y caída de la idea de "austeridad expansionaria", la propuesta de que recortar el gasto en realidad lleva a una mayor producción. Como documenta Blyth, esta idea "se extendió como un reguero de pólvora".

La austeridad, nos dice Mark Blyth, profesor de la Universidad de Brown, es una idea peligrosa, que no funciona en el mundo real en que vivimos. En el mundo imaginario de sus partidarios, los recortes siempre afectan a otro; pero desgraciadamente, como lo demuestra Europa, en este mundo real de nuestros días no hay "otro" que asuma los costes. Blyth ha escrito un libro extraordinario, rico en ideas y libre de jerga económica, que analiza la realidad de la crisis, la génesis histórica de las ideas que han llevado a la doctrina de la austeridad, la evidencia de un fracaso en todos los casos en que se ha intentado aplicarla, y la perspectiva de un futuro en que, como la austeridad no disminuye la deuda sino que la aumenta, nos aguarda un porvenir de regresión fiscal y aumento de los impuestos. "Austeridad" ha recibido elogios de Paul Krugman, de Robert Skidelsky, quien lo califica como un análisis fascinante", de Lawrence Summers, en Financial Times, de Martin Wolf, que lo considera un "espléndido libro" y de John Quiggin, quien asegura que se trata de "una guía esencial para cualquiera que desee entender la depresión actual".


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ÍNDICE

Prólogo a la edición española

Prefacio. La austeridad como cuestión personal.

1. El estreno de una obra titulada: "Austeridad, deuda y moralidad"

Primera parte: ¿Por qué es preciso que todos nos comportemos con austeridad?

2. Estados Unidos. ¿Un sistema demasiado grande como para permitir su quiebra? Los banqueros, los rescates financieros y el reflejo de culpabilizar al Estado.

3. Europa. ¿Un área de extensión superior a toda posibilidad de rescate?. La política de la austeridad permanente.

Segunda parte: Las vidas paralelas de la austeridad

Introducción a los capítulos 4, 5 y 6. Historia natural e intelectual de la austeridad

4. La historia intelectual de una idea peligrosa: años 1692 a 1942

5. La historia intelectual de una idea peligrosa: años 1942 a 2012.

6. Historia natural de la austeridad, años 1914 a 2012

Tercera parte: conclusión

7. El fin de la banca, las nuevas narrativas y la época de impuestos que se nos avecina.

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Comentarios previos:

El libro tiene gran interés porque es el primero que veo que describe perfectamente de dónde procede la doctrina de la austeridad, promovida por los ordoliberales más que por los neoliberales, el consenso de Washington (del que ya han hablado autores como Stiglitz o Noam Chomsky ) y luego por la escuela italiana que incluso recomendó las recetas de austeridad en el 2010 en una visita a Madrid. También explica porqué los gobiernos insisten en aplicarla a pesar de sus pésimos resultados. Según afirma, el dinero que se ahorra en gasto público será necesario para continuar el rescate de la banca.
Dice que la austeridad es una idea peligrosa porque cuando se ha aplicado en los años 20 y 30 en Alemania, Japón o Francia ha acabado mal, generalmente con caos y desórdenes.


Resumen express:

Según Blyth, tres son las razones que avalan su afirmación de que la austeridad es un "zombi económico" ( una idea que nunca muere por su simplicidad y el argumento de que "asumir una mayor deuda no resuelve las deudas anteriores") y que es una idea peligrosa:
1) la austeridad no funciona en la práctica (porque todos la aplican a la misma vez y generan un efecto de suma cero o falacia de la composición)
2) el fundamento de la austeridad descansa en la pretensión de que los pobres acaben pagando los errores de los ricos
3) y que la austeridad necesita como condición la ausencia del largo brazo de la falacia de la composición (lo que es cierto respecto de un todo  no lo es en cambio de las partes, y todos salen perdiendo ), una falacia "cuya presencia resulta más patente en el mundo moderno".

Prólogo a la edición española

En el prólogo de la edición española, Blyth dice que desde el 2008 se ha aplicado una política de austeridad y que en el 2013 España y Europa crecieron un 0,1%, con lo que echaron las campanas al vuelo por haber "doblado el cabo" de la crisis para celebrar la veracidad de que la austeridad funciona, una prueba demasiado "fragil"´, según el autor. Blyth afirma que España en estos años ha perdido el 20% del PIB del 2008 y tiene uno de los índices más elevados de paro tras las medidas de austeridad implantadas.

Califica el éxito en España de "etéreo" porque la reducción del paro ha sido del 1,22% (explicado por el mayor turismo) respecto al 27,2% máximo alcanzado. El crecimiento del 0,1 % estaría asociado a un aumento del 8% de las exportaciones.

Blyth hace balance y dice que los salarios españoles han caído un 7% desde que empezó la crisis. El comisario europeo Olli Rehn propuso reducir el salario al 10% pero esa medida solo aumentaría el empleo otro 1,2%. A este ritmo, España tardaría 60 años en recuperar su tasa de empleo del 2008.


Por debajo de un crecimiento anual del 1,5% de la economía, España estará en "recesión permanente", según Blyth.

Prefacio

El autor abre un nuevo frente al estudiar el "por qué" de esa insistencia del G-20 en el 2010 por implantar las políticas de austeridad que a ojos del mercado y de la gente son la peor receta para estimular el crecimiento. Su libro se dedica a estudiar eso y a exculpar al estado del bienestar, al que agradece que le diese comida y estudios gratis cuando era un niño pobre en Inglaterra.

La conclusión de Blyth es que no se entiende la insistencia de los Gobiernos y del G-20 en unas políticas tan desacertadas como la austeridad si no es por otro motivo que no tenga que ver ni con aumentar el crecimiento ni el empleo. La pista del verdadero motivo conduce a los bancos, origen de la crisis del 2008 y que todavía están en proceso de rescate. Sólo desde la perspectiva de rescatar a los bancos es como, según Blyth, se puede entender la crisis teorías.

Capítulo 1

Sostiene que la teoría de la austeridad parece razonable si se examina de forma intuitiva ya que suena lógico que nadie se endeude sin haber pagado antes sus deudas. Sin embargo, lo que ha ocurrido es que la deuda de los PIGS se ha disparado con las políticas de austeridad y ahora estos países deben el doble o triple que antes de la crisis. ¿Cómo puede haber ocurrido esto? La razón es que la austeridad lleva directamente a la recesión si todos la aplican a la vez, tendría sentido si solo la aplicase Grecia o España y estos países se volviesen más competitivos pero no cuando todos la practican a la vez, ya que hay un juego de suma cero si todos se bajan los salarios a la vez, ahorran más, reducen los déficits públicos, orientan sus productos a la exportación... el resultado es que no hay a quien vender esta producción ya que los principales socios han reducido sus gastos y consumo. Era evidente que la austeridad iba a hundir el consumo interno y el crecimiento. Entonces, ¿por qué se insistió en el mantra de la austeridad? Blyth cree que hay otros factores que nada tienen que ver con el crecimiento. La austeridad sirve para crear deflación y eso beneficia a los acreedores [nota del lector: Stiglitz dice algo parecido cuando señala que las políticas del FMI para "rescatar" a un país casualmente siempre beneficiaban al acreedor].
Por otra parte, cree que toda esta política de austeridad olvida dos cosas: que la principal deuda no es pública sino privada (los bancos se apalancaron demasiado para dar fluidez al crédito para el consumo) y recuerda que la del 2008 fue una crisis bancaria que está sin resolver, la deuda pública es un problema insignificante. Cree que los Estados están endeudándose para rescatar a la banca, lo cual es muy loable pero resulta que son los ciudadanos los que asumen en ese coste (una especie de impuesto encubierto). Además, mientras Estados Unidos puede salvar a su banca dándole a la manivela de la impresora que fabrica dólares, en Europa el tamaño de la banca es tan descomunal que no sería posible salvarla si se desmoronase el sistema porque no habría suficiente dinero.

Da algún dato inquietante como que España, en 1979, era la octava potencia industrial del mundo y en la década del 2000 ocupaba el puesto 17 tras la desindustrialización, lo que la abocó a ser un país dependiente del turismo, las finanzas, el suelo y el ladrillo . El mayor beneficiado, dice, fue Alemania, que concedió créditos baratos a los españoles para que comprasen sus coches.


Capítulos 5 y 6

Son los capítulos más interesantes del libro porque desgranan paso a paso el origen de las recetas de la austeridad. Estas se remontan a la Alemania de los años 20 y 30, en una época de grave crisis. Esa idea de austeridad pervive y es la que se adopta para instaurar el proyecto europeo.
El ordoliberalismo surge de economistas y políticos como Walter Eucken, Franz Böhm Y Hans Grossmann-Doerth, los llamados liberales de Friburgo. Veían la economia como compuesta de dos estructuras: la economía de transacción y la economía de administración centralizada. Según ellos, el Estado debía permitir y promover las condiciones operativas del mercado, disolviendo o limitando de los grupos económicos de poder (monopolios y cárteles) y fomentar la competitividad. Finalmente, aceptaron que la economía de mercado se convirtiese en una economía social de mercado (Socialmarktwirtschaft).
Sus ideas se convirtieron en una hoja de ruta para reconstruir la Alemania de postguerra, un país dedicado a la exportación de mercancías. Es la idea del Erst Sparen, Dann Kaufen (primero ahorra, luego compra).
Estos principios, de aplicar normas a la economía más que el Estado intervenga, obedecer a una autoridad monetaria sólida y tener un parlamento débil, se transfirió al marco constitucional de la UE. Se descartó que se realizase gasto público para compensar los cíclicos desplomes de la economía. Según el autor, la UE sigue una misma hoja de instrucciones, la que concibieron los ordoliberales. Ordo significa orden. Las directivas para estimular la competitividad han sido una constante en la UE y que las naciones de la periferia poco competitivas acometan recortes y reducciones de salarios, o que incluyan mecanismos constitucionales de freno para la asunción de deuda. Todo ello figura en la hoja de ruta ordoliberal. La aplicación de normas a los países y los castigos con dietas de austeridad a quienes las infrinjan solo podría llevarse a cabo con un banco central independiente, que también lo hay.
Blyth sostiene que la ordoliberalización de Europa cae en el mismo error que el enfoque desarrollista anglosajón del llamado Consenso de Washington (liberalizar para que se genere crecimiento que exige unas finanzas públicas estables, unos bajos índices de inflación, una alta competitividad de los costes...) porque estas condiciones no son la causa del crecimiento (son el reflejo de él) y además la competitividad ayuda al crecimiento si no hay más competidores pero no si hay muchos. La crisis de la UE se resolvió a la manera ordoliberal alemana mientras que la estadounidense siguió el esquema keynesiano, que ya se daba por enterrado en los 70.

Otra fuente de la austeridad llega de la escuela austríaca de Estados Unidos (Carl Menger, Von Mises, Hayek, Schumpeter.
Sostenían que no se podía expandir el crédito en caso de reventar una burbuja porque eso la hincharía más. La economía ha de encajar esas pérdidas y reducir su consumo y reponer los ahorros malgastados. Eso significa austeridad. Lo peor que puede suceder es que los gobiernos intervengan y se entrometan, argumentaron los austriacos, porque al inundar el mercado con liquidez y mantener bajos los tipos de interés o tratar de estimular la economía suavizando el ciclo, lo que hace es prolongar la recesión.
Señala Blyth que cuando se produce una crisis financiera, existen 4 formas de acometer el ajuste: iniciar un proceso de inflación, provocar la deflación [nota del lector: lo que pasa ahora], devaluar la moneda o asumir el impago. Según los austriacos, la solución correcta consiste en la deflación, en comenzar a reducir los salarios y los precios para que la economía pueda ajustarse a los valores reales del mercado (aunque a los gobiernos no les gusta esta solución porque genera desempleo e inestabilidad). El impago lo descartan. Los administraciones públicas optan por la devaluación o la inflación, o los dos mecanismos, lo que alerta a las empresas para guardar en caja grandes sumas de dinero por si hay inflación o devaluación. Los austriacos proponen que los bancos vayan a la quiebra y luego poner en marcha otra vez el sistema.
Estas ideas tuvieron eco en el 2008 en Estados Unidos cuando surgieron los peligros derivados de la excesiva asunción de deuda, el apalancamiento abusivo, la inflación de los activos, el desplome del ahorro y el mensaje de que nadie acuda al rescate de los bancos. La idea de que "es mejor no intervenir y que la crisis siga su curso" obtuvo el respaldo en las filas del partido conservador republicano de EEUU. Sin embargo, los austriacos no fueron escuchados porque todavía había la memoria de lo que pasó en la Gran Depresión de 1929, cuando inicialmente el estado no rescató a la banca. Más que "autocuración", sus recetas llevan a la "austeridad permanente".

Blynth también habla de los catalizadores de la austeridad que desplazaron a Keynes del pensamiento global. Se refiere a
1) el monetarismo
El neoliberalismo de Milton Friedman, que dice que en caso de que el Gobierno amplíe su volumen de oferta de dinero al objeto de aumentar las cifras de personas empleadas, la consecuencia sería en una expansión de la producción para responder a la subida de precios, lo que haría decrecer el paro y subir los salarios. Según Friedam, el desempleo es voluntario y no por una falta de demanda como decía Keynes. Blyth replica que, entonces, el 25% de los trabajadores españoles en paro están de vacaciones porque no les atraen los salarios.
La hazaña de los monetaristas sería colocar el "dinero" en el centro de atención de la macroeconomía e impulsaron las ideas de la austeridad.

Estas teorías manejan el concepto de expectativas racionales, según la cual si un ciudadano ve que su Gobierno recorta el gasto tenderá a pensar que más adelante le rebajarán los impuestos, lo que generará un ansia de consumo, con lo que ya no es necesario acudir a medidas keynesianas para estimular la demanda. Blyth y otros autores se burlan de esas "expectativas racionales" porque es dudoso que un ciudadano haga esos cálculos fiscales futuros.

2)  la teoría de la elección pública
La idea de "riesgo moral" (suponer que los demás países van a ser solidarios y acudir en nuestro rescate) va unida a la teoría de la elección pública, que rechaza a estos caraduras. Sin embargo, el autor dice que la UE se basa más en la confianza que en el miedo al riesgo moral.

3) los peligros de la democracia
Se refiere a que un gobernante siempre tenderá a expandir el gasto público en periodo de elecciones rompiendo la disciplina fiscal por lo que es necesario tener un banco central independiente que no caiga en esas tentaciones. Según los monetarias, el Estado siempre tendería a "jugar" con la curva de Laffer (que dice que a mayor inflación menos paro, y más deflación, más paro) para subir o bajar el desempleo en épocas electorales. Los monetaristas proponen que en vez de ese comportamiento "insensato" se deje operar a la mano invisible del mercado y que fije la tasa natural de desempleo en cada momento. Y la solución pasa nuevamente por tener un banco central independiente que hará más creíble su compromiso con la disciplina fiscal que un político preocupado por las elecciones.

Blyth reflexiona y se pregunta si el actual desempleo ha sido elegido libremente por sus gobernantes, a causa de estas ideologías, lo que sería "insultante" para las familias que lo están pasando mal.


El consenso de Washington
Fue alcanzado en 1989, lo elaboró John Williamson y cuenta con diez puntos que son "imperiosamente necesario" aplicar: disciplina fiscal, reorganización de las prioridades del gasto público, reforma tributaria, liberalización de los tipos de interés, (conservación) de una paridad cambiaria competitiva, liberalización del comercio y de la inversión extranjera directa (FDI), privatización de las empresas estatales, aplicación de los mecanismos de desregulación al uso y consolidación de los derechos de propiedad. Con este decálogo, que recoge lo fundamental de lo que hoy se entiende por austeridad, se expulsaron las ideas del desarrollo latioamericano que sostenían que el estado podía liderar el desarrollo industrial.
Blyth señala que el FMI se tomó al pie de la letra el decálogo y lo obligó a adoptar a todos los países a los que "ayudó" financieramente. Aplicó el modelo Polak (más centrado en las variables de austeridad) para determinar si un país moroso cumplía la hoja de ruta. En el 2005, el FMI publicó un informe donde admitía que la aplicación del consenso de Washington había sido un fiasco.

Einaudi y los economistas de finanzas de Milán
Otra escuela relacionada con la austeridad es la de las Universidad Comercial Bocconi de Milán (una mezcla de ordoliberalismo y de teoría de la elección pública). Uno de sus representantes, Einaudi defendía un entorno económico de baja inflación y un estado poco intervencionista que impidiese los monopolios. Promovió una Europa unida con un mercado único y una moneda común. Sus alumnos Alberto Alesina, Francesco Giavazzi, Silvia Ardagna, Guido Tabellini y Roberto Perotti fueron quienes definieron mejor la teoría de la austeridad y de por qué, según ellos, la democracia genera tanta deuda e inflación (por el asunto de las obras públicas). Lo que añaden Persson y Svensson es que si un gobernante conservador sospecha que van a ganar las elecciones los de izquierda (tendentes a despilfarrar el dinero público) lo que hará será dejar a su sucesor una importante deuda para que no pueda malgastar tanto. Además, le transferiría la factura a su sucesor. Por ello, dicen, las democracias generan continuas "burbujas de deuda".
Por su parte, Giavazzi y Pagano introdujeron la idea de la contracción fiscal expansiva (en la que un recorte de gastos e incremento de impuestos puede tener un milagroso efecto multiplicador del crecimiento como sucedió en Dinamarca e Irlanda en los años 80, que fueron acompañados de medidas monetarias y cambiarias para generar deflación y flujos de capital).

En 1995, Alesia propugnó la idea de expandir el conjunto de ajustes fiscales positivos y descubrieron que la mejor inversión de un dólar en la consolidación presupuestaria consistía en introducir recortes en los programas de transferencia social como en los salarios y número de funcionarios de la Administración. Examinaron 20 países de la OCDE y dijeron que los ajustes más exitosos incidieron en el recorte del gasto público y meterle la tijera al estado de bienestar. Eso iba a generar un crecimiento superior a la media y no generan recesiones grandes. De aquí surgió lo que iba a ser una "política normal", pues Keynes había entendido todo al revés. Los recortes del gasto generan crecimiento y reducen la deuda y el gasto público produce inflación y un volumen de endeudamiento mayor.

La escuela italiana coronó la faena con el informe Tales of Fiscal Adjustment en 1998. Recomiendan para lograr un ajuste fiscal expansivo combinar el recorte de gastos del programa de bienestar y los costes salariales del sector público, y la moderación de los salarios asociada a una devaluación. Subir los impuestos en una recesión empeoraría las cosas. Y aquí surge la mítica frase que todos hemos oído: "No hay más alternativa que la de proceder a efectuar recortes".
Según su teoría, los ciudadanos al ver recortes anticipan una reducción de impuestos y se lanzan a consumir e invertir. Por eso, los recortes hay que hacerlos en una recesión, cuando más duele, concluyen estos autores italianos, porque genera mayor rentabilidad por dólar invertido en el presupuesto.
En posteriores estudios insisten en que es mejor recortar gastos que subir los impuestos. De dos casos positivos con países que crecieron en esas duras condiciones, ahora hallan 26.
En abril del 2010, Alberto Alsina presentó en la reunión del Consejo Europeo de Asuntos Económicos y Financieros, celebrado en Madrid, una versión simplificada de su trabajo con Ardagna, donde insistió en que el endeudamiento no iba a desaparecer de la eurozona y no valía más que aplicar ajuste fiscal al que le seguiría crecimiento en un plazo muy corto. Sus ideas fueron asumidas por la "troika".

En la última parte del libro, Blynth compara la eurozona con el patrón oro y los problemas que generó este sistema de divisas en los años 20 y 30 a los países que quisieron mantener la convertivilidad, lo mismo que ahora pasa con el euro. El patrón oro obliga a realizar ajustes, recortes y mantener la austeridad para mantener el valor de la moneda, sin la libertad de aquellas que flotan libres. Pone como ejemplo, el caso de Japón y sus esfuerzos por mantenerse en el patrón oro con políticas tan austeras que pusieron en pie de guerra a sus militares y que acabaron con los asesinatos de los ministros que defendían los recortes, o en Francia, donde el Banco Central (dominado por las 200 familias) impedía aumentar el gasto al país, que quedó desarmado ante Alemania. O el mismo caso de Alemania, donde los socialdemócratas insistieron tanto en la austeridad que dejaron vía libre a los nazis, que defendían la salida del patrón oro. Inglaterra también tuvo que salirse del patrón oro tras una grave recesión y revueltas. Blyth concluye que las medidas de austeridad, sobre todo en época de recesión, han acabado mal. Casos exitosos como el de Dinamarca o Irlanda pueden deberse a otras causas que no hay que despreciar, como el aumento de las exportaciones, por ejemplo. En otros casos, como el de Letonia o Lituana, sus elevados crecimientos se produjeron, precisamente, después de abandonar las medidas de austeridad.
El autor también analiza los recortes en los países REBLL (Rumania, Estonia, Bulgaria, Lituania, Letonia), que en algún caso salieron bien pero Blyth cree que no se debe precisamente a los recortes aplicados si no más bien a librarse de ellos.

También duda que los rescates a la banca hayan salido más baratos que si se hubiesen dejado quebrar los bancos. Compara el caso de Islandia (que dejó quebrar a sus finanzas y pronto recuperó el crecimiento) e Irlanda (entrampada en un enorme pago de la deuda para rescatar a sus bancos a costa del contribuyente).




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